Con paso perdido, arrastró los pies mirando de refilón los puestos, como había hecho tantas otras veces.
Era un mercado en el que vivía todo el mundo, y en el que todo tenía precio.
…
La felicidad se compraba con ignorancia.
A algunos les parecía un precio extraordinariamente caro, y a otros, extraordinariamente barato.
…
En los puestos de ropa, la gente se amontonaba para comprar personalidades.
…
Existían quioscos donde abundaban los coleccionables que se pagaban con buenas intenciones, y que mucha gente empezaba pero que pocos conseguían acabar.
…
Sonrisas falsas y palmaditas en la espalda eran bienes intercambiables; y en los concurridos corrillos donde se hacían trueques con secretos, la soledad era un bien del que todo el mundo se quería deshacer.
…
Podías comprar odio a cambio de sinceridad.
…
Subidos en taburetes, multitudes de pregoneros intercambiaban principios por fidelidad; y en determinados sitios, podías obtener experiencia a cambio de sangre.
Había gente que afirmaba vender libertad, pero nadie afirmaba poseerla.
…
Como en todos los mercados, había timadores, y gente que comerciaba con cosas tan sagradas como la ilusión.
…
A veces, paseando por ese mercado, podías llegar a comprar algo, y no darte cuenta de que lo habías hecho hasta que no pudieras seguir pagándolo.
Como en todos los mercados, había precios demasiado altos, y final de existencias.
…
Como en todos los mercados, había tanta gente que se hacía fácil hablar, pero dificil escuchar.
…
Era un mercado en el que vivía todo el mundo, y en el que todo tenía precio.
…
Con paso perdido, arrastró los pies mirando de refilón los puestos, como había hecho tantas otras veces.
…
Buscando a alguien que no viviera allí.
Era un mercado en el que vivía todo el mundo, y en el que todo tenía precio.
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La felicidad se compraba con ignorancia.
A algunos les parecía un precio extraordinariamente caro, y a otros, extraordinariamente barato.
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En los puestos de ropa, la gente se amontonaba para comprar personalidades.
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Existían quioscos donde abundaban los coleccionables que se pagaban con buenas intenciones, y que mucha gente empezaba pero que pocos conseguían acabar.
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Sonrisas falsas y palmaditas en la espalda eran bienes intercambiables; y en los concurridos corrillos donde se hacían trueques con secretos, la soledad era un bien del que todo el mundo se quería deshacer.
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Podías comprar odio a cambio de sinceridad.
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Subidos en taburetes, multitudes de pregoneros intercambiaban principios por fidelidad; y en determinados sitios, podías obtener experiencia a cambio de sangre.
Había gente que afirmaba vender libertad, pero nadie afirmaba poseerla.
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Como en todos los mercados, había timadores, y gente que comerciaba con cosas tan sagradas como la ilusión.
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A veces, paseando por ese mercado, podías llegar a comprar algo, y no darte cuenta de que lo habías hecho hasta que no pudieras seguir pagándolo.
Como en todos los mercados, había precios demasiado altos, y final de existencias.
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Como en todos los mercados, había tanta gente que se hacía fácil hablar, pero dificil escuchar.
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Era un mercado en el que vivía todo el mundo, y en el que todo tenía precio.
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Con paso perdido, arrastró los pies mirando de refilón los puestos, como había hecho tantas otras veces.
…
Buscando a alguien que no viviera allí.