Se Vende




Con paso perdido, arrastró los pies mirando de refilón los puestos, como había hecho tantas otras veces.

Era un mercado en el que vivía todo el mundo, y en el que todo tenía precio.



La felicidad se compraba con ignorancia.

A algunos les parecía un precio extraordinariamente caro, y a otros, extraordinariamente barato.



En los puestos de ropa, la gente se amontonaba para comprar personalidades.



Existían quioscos donde abundaban los coleccionables que se pagaban con buenas intenciones, y que mucha gente empezaba pero que pocos conseguían acabar.



Sonrisas falsas y palmaditas en la espalda eran bienes intercambiables; y en los concurridos corrillos donde se hacían trueques con secretos, la soledad era un bien del que todo el mundo se quería deshacer.



Podías comprar odio a cambio de sinceridad.



Subidos en taburetes, multitudes de pregoneros intercambiaban principios por fidelidad; y en determinados sitios, podías obtener experiencia a cambio de sangre.


Había gente que afirmaba vender libertad, pero nadie afirmaba poseerla.



Como en todos los mercados, había timadores, y gente que comerciaba con cosas tan sagradas como la ilusión.



A veces, paseando por ese mercado, podías llegar a comprar algo, y no darte cuenta de que lo habías hecho hasta que no pudieras seguir pagándolo.

Como en todos los mercados, había precios demasiado altos, y final de existencias.



Como en todos los mercados, había tanta gente que se hacía fácil hablar, pero dificil escuchar.



Era un mercado en el que vivía todo el mundo, y en el que todo tenía precio.


Con paso perdido, arrastró los pies mirando de refilón los puestos, como había hecho tantas otras veces.



Buscando a alguien que no viviera allí.