El baile de las musas ciegas



Ensimismado, deslizó el dedo por el cristal de la ventana, siguiendo el recorrido de las gotas de lluvia. Inevitable, previsible... pero fascinantemente caótico. Jamás podría adivinar qué pequeño cambio de dirección tomaría la gota, o con qué otra gota podría unirse. Pero tenía la certeza de que, pese a todo, seguiría cayendo inexoráblemente, hasta llegar al final. Todas tenían su final.
Así de simple. Así de bello. Así de cruel.


...



La vista fija en el cristal.



Sonrisa en una cara que no sonríe.



...



Las palabras nacían con la forma ya dada. Desde lo más puro de su conciencia, surgían como algo tibio que emerge de un lago frío y sereno.






Quería llorar las palabras...



Hacer que dibujaran un cuadro abstracto.



Le daba igual que nadie le encontrara sentido; él tenía claro los colores.






Quería desnudar su alma de tal modo que llegara a hacer sentir pudor a aquellos que lo leyeran.



Quería hacer a los que no formaran parte de algo tan bello lamentarse por ello.



Quería herir a aquellos partícipes de su inspiración.






Dejaría flores muertas sobre lápidas con forma de recuerdos.



...



Cerró los ojos, y se limitó a sentir.






No hacía falta que dibujara nada.






El arte existirá, cuando exista gente para contemplarlo.



...



Ensimismado, deslizó el dedo por el cristal de la ventana, siguiendo el recorrido de las gotas de lluvia.






Levantó la mirada un instante. Ni siquiera llovía.