El adios de la armónica



Por fin sintió de nuevo aquella picadura de satisfacción, cortesía del mosquito de la inspiración espontánea.

Sabía que pronto se diluiría. Hacía mucho que se había desecho del súbito sentimiento de haber perdido algo importante cuando esto ocurría. La ligera decepción por no haber podido compartir algo tan bello, por ser el único en disfrutar de su propia creación, había dado paso al simple regocijo por lo efímero. Jamás sentiría más dolor porque aquellos momentos no duraran para siempre.
Separó lentamente la armónica de sus labios. Su sonido había desaparecido, y sin embargo… aún seguía ahí. Le esencia de sus vibraciones no se las había llevado el aire. Permaneció con los ojos cerrados, aspirando el aroma del silencio, y sintiendo el calor de aquellas notas que se habían diluido en el tiempo, aún latentes en su voluntad.
Se dejó embriagar por la sensación de que le hacían mejor persona.

Se levantó, y, sin despedirse de su armónica, dejó que el aire de aquel otoño especialmente frío le guiara.

El instrumento permaneció en el banco, esperando que alguna otra persona lo hiciera sonar.